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lunes, 24 de agosto de 2009

“La foto del espejo”


Claudia se despierta temprano y mira el reloj que está junto a su cabecera, marca las seis en punto, no ha podido dormir bien por estar pensando en Arturo; aún es muy temprano como para empezarse a preparar para ir a la prepa, hoy entra a las nueve.
Se acuerda de lo que le hizo Arturo y cierra los ojos para acordarse mejor, los cierra y al mismo tiempo abre las piernas, se toca la cara, acaricia sus mejillas y poco a poco baja su mano izquierda, ésta va recorriendo cuello y hace una leve parada en sus senos, juguetea con su pezón, lo aprieta, lo jala, lo hace como bolita. Se distrae un poco y mira el reloj, mientras palpa la redondez de sus pechos, la mano juguetona continua su viaje. Se topa con el ombligo y un dedo se introduce en él, sale y comienza a acariciar su vientre con las yemas de los dedos trazando exactamente los lugares donde Arturo la besó, la chupó. Se acaricia y su cuerpo se estremece casi de la misma forma que ayer, sigue con su cachondeo. Deja atrás el vientre y baja lentamente como temerosa, encuentra una zona levemente velluda, escucha pasos fuera de su recámara y se detiene sin despegar sus manos del lugar. Pasa el peligro y continúa.
La derecha pasa de la mejilla al pezón que dejara inquieto la izquierda, no sin antes humedecer sus dedos con un poco de saliva, la manera de bajar las manos es magistral, nunca se despegan de su cuerpo, muerde sus labios un poco, los chupa. Los pasos fuera de la recámara vuelven, tocan la puerta y le dicen:

-Claudia, ya levántate, vas a llegar tarde.
Claudia voltea a ver de nueva cuenta su reloj, son las 6:30.
-Ya voy papá.
-Prepara el desayuno, tengo hambre.
Claudia mira el techo tapizado de planetas y estrellas fosforescentes, suspira largo y profundo y de un brinco sale de entre las cobijas, así, semidesnuda, sólo lleva un diminuto calzón que bien se le puede llamar tanga. Se pone la bata, toma su toalla y se va al baño. Mientras cruza el pasillo que la dirigiría a la limpieza sonó el teléfono, contesta y cuelgan. De un trancazo su papá sale de su pieza y le grita.

-Ya te he dicho muchas veces que tú no debes contestar el puto teléfono, -su puño amenaza con golpearla- chinga ¿qué no entiendes? ¿Eres pendeja? ¿O qué?
-Creí que estabas dormido.- Contesta temerosa cubriéndose la cara.
-No me salgas con mamadas. Más vale que cuando regrese de correr ya esté mi desayuno, si no ahora sí vas a ver.- Ella sólo afirma con la cabeza gacha y él sale azotando la puerta.
Sigue su camino sintiendo la culpa de lo que había hecho, ella sabía que si la veía su papá, éste podría reaccionar de la forma como lo hizo. Desde que su mamá los había abandonado, él se había vuelto muy agresivo, pero ella lo amaba profundamente, no había nada que pudiese separarla de él.
Entra al baño y después de asegurarse que la puerta estuviese bien cerrada se quita la bata frente al espejo que ocupa gran parte de la pared. Mira sus senos, los palpa, observa detenidamente cada detalle, cada centímetro que recorren sus dedos, sus pezones de color rosa están erectos. Abre las llaves de la regadera, se quita su calzón y no deja de mirarse en el espejo. Ya completamente desnuda, vuelve a explorar su cuerpo. Comienza a acariciar su sexo, nota en su reflejo los gestos que hace mientras sus dedos se introducen en su vulva, el vapor del agua caliente empañan el cristal, la distorsión de su imagen la excita más, gime. Sus dedos siguen dentro de su sexo, entran y salen, su otra mano acaricia sus senos, ella agacha la cabeza e intenta lamerse un pezón, no alcanza. Sus dedos han incrementado la velocidad de frotamiento, de entrada y salida, a la vez que sus gemidos son más constantes, suda y al fin termina, se mete a bañar.
Después de bañarse y vestirse, se pone a pensar en lo que ha hecho, desde que Arturo la tocó por primera vez empezó a manosearse, se queda mirando frente al espejo de su cómoda, se ha pintado mal los labios, voltea a su cabecera y busca un pañuelo, ve el reloj y en ese instante cambia de siete veintinueve a siete treinta, se enciende la música del radio despertador, esa canción le gusta, es la de “Veneno vil” de Fobia, le sube el volumen, se termina de pintar los labios y se va a la cocina a preparar el desayuno.
Abre el refrigerador y toma dos huevos, suspira. Saca el cartón de leche y se acuerda de Arturo, azota la puertezuela.
Cuando termina de preparar el desayuno, servirlo y acomodar los platos en la mesa, se sienta a esperar y ojea una revista, él ha llegado.

-Discúlpame por lo de hace rato, pero ya sabes lo que tienes que hacer, que no se vuelva a repetir ¿va?.- En realidad estaba arrepentido, le acaricia una mejilla y le besa la frente, ella sólo cierra los ojos y sonríe, desayunan juntos sin hablar más. Cuando ella termina, se levanta y se despide de él con un beso, él le advierte que no debe llegar tarde, que ya no quiere más problemas, la despide.

La prepa para Claudia es de lo mas aburrida, no le encuentra gracia ni sentido alguno, ella prefiere quedarse en su casa a ver la tele, leer o escuchar algo de música, siempre se sienta alejada de todos, sus compañeros la creen rara, la única mujer que le habla es para pedirle la tarea o los apuntes, porque aunque le desagrade la prepa ella siempre hace la tarea para matar el tiempo en las tardes, pero hoy sólo se la ha pasado dibujando en su cuaderno el nombre de su amado.
Su padre mientras tanto, está trabajando sobre las calles de la gran ciudad, es microbusero, en su micro tiene una foto de su desaparecida esposa bajo la imagen de la Virgen de Guadalupe, que para él Claudia es la viva imagen de esa foto, es la única que tiene y la lleva a todos lados, cuando termina su día de trabajo la lleva consigo a su casa.
Claudia llega a su casa, lee, ve tele, oye música y hace la tarea para matar el tiempo, come, hace lo mismo que hace todos los días, mira el reloj de pared, son las 8:00, se da cuenta que está apunto de llegar Arturo, se va a su cuarto, se quita la ropa y se mete a la cama, no sin antes apagar la luz, ahí lo espera y se queda viendo sus adornos del techo, suspira largo y profundo, mira el reloj de su cabecera, marca las ocho y cuarto.
Él llega, abre la puerta, la mira, ella también lo mira, él camina lentamente hacia ella mientras se va deshaciendo de su ropa, levanta las cobijas, ve el cuerpo desnudo de Claudia y se mete junto a ella, la comienza a besar, le muerde los labios, le besa las mejillas y continúa así hasta llegar al cuello, lo chupa, lo hace suyo al igual que sus senos que acaricia con una mano al tiempo que le acaricia su sexo con la otra, él decide bajar un poco más, muerde sus pezones, baja más y lame su ombligo, se arrodilla en la cama, la toma por las caderas, y la penetra, ella mantiene sus ojos cerrados, gime, él le susurra al oído que la ama e introduce su lengua en el mismo, ella gime más y aprieta las nalgas de Arturo hacia ella para que lo haga al ritmo que ella quiere, lo enreda entre sus piernas. Él termina, la besa y le dice:
-Voy a ver a nuestra hija, espero que no se haya despertado con nuestro ruido.- Sale del cuarto, Claudia se sienta a la orilla de la cama y ve una foto en el suelo, la levanta y se mira, piensa que en esa foto se parece a su mamá. Regresa Arturo y le quita la foto, recoge su ropa y le dice que se duerma, que mañana tiene que ir a la escuela.